domingo, 14 de diciembre de 2014

VEJEZ


Cada instante soy menos;
mermo a cada paso
mientras la ropa me queda grande.
No hay talla para la vejez
ni guantes para estos dedos.
Yo, que creía en perfecciones
y líneas que morían
en el pubis.
Sin embargo,
sólo queda el eco,
viajero incansable
que arremete como los trenes
de corta distancia,
con vértigos de palabras
en caída libre,
que aterrizan
y dejan cráteres secos
con olor a ceniza.
Suerte tengo,
que siempre supe de flores
y ahora el amor me escribe poemas.

© Blanca Vicario